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Yo fui la primer persona "no-binaria" registrada en EEUU

cultura
Responsable del artículo: Replicant

09/10/2021 | Sección: cultura

Temas: sexo.

Descripción: reflexiones sobre todo aquello que gira en torno al sexo humano.

Yo fui la primer persona "no-binaria" registrada en EEUU

Original por James Shupe

Hace cuatro años, escribí sobre mi decisión de vivir como mujer en The New York Times, y escribí que había querido vivir “auténticamente como la mujer que siempre he sido” y que “efectivamente había cambiado mi privilegio de hombre blanco para convertirme en una de las minorías más odiadas de Estados Unidos “.

Luego, hace tres años, decidí que no era ni hombre ni mujer, sino «no binario», y llegué a los titulares después de que una juez de Oregon accedió a permitirme identificarme como un tercer sexo: ni hombre ni mujer. Ahora quiero volver a vivir como el hombre que soy.

Soy uno de los afortunados. A pesar de haber sido partícipe en transiciones médicas durante seis años, mi cuerpo todavía está intacto. La mayoría de las personas que desisten de las identidades transgénero después del cambio de género (quirúrgico) no pueden decir lo mismo. Pero eso no quiere decir que salí completamente libre de daños. Mi psique está permanentemente marcada, y cargo con una serie de problemas de salud a causa de este gran experimento médico.

Les contaré cómo empezaron las cosas. Después de convencerme de que era una mujer durante una grave crisis de salud mental, visité a una enfermera practicante y con licencia a principios de 2013 y le pedí una receta de hormonas. “Si no me das las medicinas, las compraré en Internet”, amenacé. Aunque nunca me había visto antes, la enfermera llamó por teléfono y me recetó 2 mg de estrógeno oral y 200 mg de espironolactona ese mismo día. La enfermera practicante ignoró que padezco trastorno de estrés postraumático crónico, habiendo servido anteriormente en el ejército durante casi 18 años. Todos mis médicos están de acuerdo en eso. Otros creen que tengo un trastorno bipolar y posiblemente un trastorno límite de la personalidad.

Ella debería haberme detenido, pero el activismo transgénero fuera de control había hecho que la enfermera practicante estuviera demasiado asustada para decir que no.

Yo había aprendido cómo convertirme en mujer a partir de documentos médicos en línea en el sitio web de un hospital del Departamento de Asuntos de Veteranos. Después de que comencé a consumir hormonas del sexo opuesto, comencé a asistir a terapias en una clínica de género en Pittsburgh, con el objetivo de lograr que la gente indicada firmara cartas de aprobación para las cirugías de transición de género que planeaba tener.

Todo lo que tenía que hacer era cambiar mi combustible de funcionamiento hormonal y convertir mi pene en una vagina. Entonces sería igual que cualquier otra mujer. Esa es la fantasía que me vendió la comunidad transgénero. Es la mentira que compré y creí.

Solo una terapeuta trató de evitar que me arrastrara dentro de la boca del lobo. Cuando lo hizo, no solo la despedí, sino que presenté una denuncia formal contra ella. “Es gente como esa terapeuta quienes solo se dedican a entorpecer la libre transición de género, son como guardias en un calabozo”, dijo la comunidad trans. Los estigmas profesionales que circulaban, en contra de hablar mal sobre la “terapia de conversión”, habían hecho imposible que el terapeuta cuestionara mis motivos para querer cambiar de sexo.

El “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V)” (quinta edición) dice que uno de los rasgos de la disforia de género es creer que el paciente posee los sentimientos más estereotipados del sexo opuesto. Yo sentía justo eso, no obstante, ningún terapeuta siquiera lo discutió conmigo.

No habían pasado ni dos semanas y ya había encontrado un terapeuta de reemplazo. El nuevo rápidamente afirmó mi identidad como mujer. Estaba de vuelta en el camino hacia la vaginoplastia.

Existe abundante literatura en línea que informa a las personas transgénero que su cambio de sexo no es real. Pero cuando un médico con licencia te escribe una carta en la que básicamente te está diciendo que naciste en “un cuerpo equivocado”, y encima una agencia gubernamental o un tribunal de justicia valida este delirio, esto te deja dañado y confundido. Ciertamente a mi me dejó así.

Raíces dolorosas

Mi historia de trauma se parece a un paseo por la Carretera de la Muerte durante la primera Guerra del Golfo.

Cuando era pequeño, un pariente masculino abusó sexualmente de mí. Mis padres me golpearon severamente. Para ese punto, había estado expuesto a tanta violencia y había tenido tantas situaciones cercanas a la muerte que no sé cómo explicar por qué sigo vivo. Tampoco sé cómo procesar mentalmente algunas de las cosas que he visto y experimentado.

El Dr. Ray Blanchard tiene una teoría impopular que explica por qué alguien como yo puede haberse sentido atraído por el asunto transgénero. Afirma que hay dos tipos de transfemeninos: las homosexuales que se sienten atraídos por los hombres, y los hombres que se sienten atraídos por el pensamiento o la imagen de sí mismos siendo mujeres.

Es difícil de admitir, pero pertenezco al último grupo. Estamos clasificados como autoginefilos. Después de haber visto pornografía durante varios años mientras estaba en el ejército, y de estar casado con una mujer que se resistió a mis demandas de convertirse en la mujer ideal, fui yo quien decidió convertirse en esa mujer ideal. Al menos en mi cabeza. Si bien la autoginefilia fue mi motivación para convertirme en mujer, los estereotipos de género fueron mi medio de implementación. Estaba convencido que llevar una peluca larga, vestidos, tacones y maquillaje me convertiría en una mujer.

Las feministas me rogaban diferir en este tema. Me rechazaban por apegarme tanto a los estereotipos femeninos. Pero como un nuevo miembro de la comunidad transgénero, también busqué silenciarlas. Las mujeres que transicionan en hombres no luchan en las guerras de la comunidad transgénero. Los hombres en vestido sí.

Negligencia médica

Lo mejor que podría haberme pasado hubiera sido que alguien me ordenara una terapia intensiva. Eso me hubiera protegido de mi propia inclinación por el travestismo y mis riesgosas transgresiones sexuales, las cuales eran demasiadas.

En cambio, los charlatanes de la comunidad médica me escondieron en el baño de mujeres con las hijas y esposas de otras personas. “Tu identidad de género es femenina”, dijeron estos supuestos profesionales.

La tipología de transexualidad de Blanchard es una tipología psicológica propuesta de disforia de género, transexualismo y travestismo fetichista, creada por Ray Blanchard durante las décadas de 1980 y 1990, basándose en el trabajo de investigadores anteriores, incluido su colega Kurt Freund. Blanchard clasificó a las mujeres trans en dos grupos: transexuales homosexuales que se sienten atraídos exclusivamente por los hombres y que buscan una cirugía de reasignación de sexo porque son femeninas tanto en comportamiento como en apariencia; y transexuales autoginefílicos que se excitan sexualmente con la idea de tener un cuerpo femenino.

Wikipedia: Tipología de Transexualismo de Blanchard

La comunidad médica le tiene tanto miedo a la comunidad trans que ahora temen dar a alguien el diagnóstico de Blanchard. Los hombres biológicos que se identifican como trans están ganando terreno en la medicina, y ya han ganado la batalla por el lenguaje.

Piense en la palabra “travesti“. Han logrado convertirla en una palabra peyorativa, aunque solo signifique hombres vistiendo como mujeres. La gente ya no puede decir la verdad sobre hombres como yo porque somos innombrables. Todo el mundo ahora está obligada a llamarnos (a menos que quieran verse vulgares) transgénero.

En el código de diagnóstico en mis registros en el VA (Veteran Affairs) debería leerse Travestismo (302.3). En cambio, las novedosas teorías de Judith Butler y Anne Fausto-Sterling se han utilizado para encubrir las verdades deescritas por Blanchard, J. Michael Bailey y Alice Dreger.

Confieso haber sido motivado por la autoginefilia durante todo esto. Blanchard tenía razón. Se supone que tanto el trauma, como la hipersexualidad debido al abuso sexual infantil, así como la autoginefilia, son señales de alerta para quienes están involucrados en las artes médicas de la psicología, la psiquiatría y la medicina física; sin embargo, nadie─excepto el terapeuta en Pittsburgh─trató de evitar que cambiara mi sexo. Al contrario, seguían ayudándome a hacerme daño.

Huyendo hacia lo “no-binario”

Tres años después de mi cambio de género de hombre a mujer, un día me miré fijamente al espejo. Cuando lo hice, la fachada de feminidad y el “sentimiento de ser mujer” se me derrumbó. A pesar de haberme tomado e inyectado cada coctél de hormonas y antiandrógenos del arsenal médico de la VA, no me parecía en nada a una mujer. La gente de la calle estaba de acuerdo; sus miradas duras reflejaban la realidad detrás de mi existencia fraudulenta como mujer. El sexo biológico es inmutable. Tomó tres años para que esa realidad sobre el sexo biológico se asentara en mí.

Cuando la fantasía de ser mujer llegó a su fin, le pedí a dos de mis médicos que me permitieran convertirme en no binaria, en lugar de ser mujer, para sacarme de apuros. Ambos estuvieron de acuerdo. Después de llenarme de hormonas─el equivalente a 20 píldoras anticonceptivas por día─cada uno de ellos me escribió una carta de cambio de sexo. Ellos no solo me estaban abandonando. Se estaban safando del apuro por mi fallido cambio de sexo. Uno trabajaba en la VA. El otro trabajaba en la Universidad de Ciencias y Salud de Oregon.

Para escapar del engaño de haberme convertido en mujer, hice algo completamente sin precedentes en la historia de Estados Unidos. En 2016, convencí a una juez de Oregón para que declarara que mi sexo no era binario; ni masculino ni femenino. En mi mente psicótica, sentí que había rescatado ese mítico tercer sexo a Norteamérica. Y me convertí en la primera persona no binaria legalmente reconocida en el país.

Estatus de Celebridad

Esa histórica decisión judicial me catapultó a la fama instantánea dentro de la comunidad LGBT. Durante diez días seguidos sin parar, los medios de comunicación no me dejaron dormir. Los reporteros pasaban el rato en mi cuenta de Facebook, los periodistas se aferraban a cada una de mis palabras y una estación de televisión de Portland de pronto ya nos estaba transportando a mi esposa y a mí a varias salas de estar en el Reino Unido. Convertirme en mujer me había llevado a aparecer en The New York Times. Convencer a una juez de que mi sexo no era binario hizo que mis fotos y mi historia se publicaran en todo el mundo.

Luego, antes de que la tinta de la pluma de la juez se hubiera secado en mi orden judicial de cambio de sexo en Oregon, una organización de ayuda legal LGBT con sede en Washington, DC se comunicó conmigo. “Queremos ayudarlo a cambiar su acta de nacimiento”, me ofrecieron. En unos meses, obtuve otra victoria histórica después de que el Departamento de Registros Vitales me emitiera un nuevo certificado de nacimiento de Washington, D.C., donde nací. Un grupo local llamado Whitman-Walker Health había conseguido que mi designación de sexo en mi certificado de nacimiento cambiara a “desconocido”. Fue la primera vez en la historia de DC que se imprimió un certificado de nacimiento con un marcador de sexo que no era masculino o femenino.

Otra organización de ayuda legal transgénero también se “unió a mi circo”. Lambda Legal usó mi orden judicial no binaria para ayudar a convencer a un juez federal de Colorado de que ordenara al Departamento de Estado que emitiera un pasaporte con un marcador X (que significa no binario) a una demandante separada llamada Dana Zzyym. Las organizaciones LGBT que me ayudaron a arruinar mi vida se habían convertido en un tema cotidiano. Durante mi anterior cambio de sexo a mujer, el Transgender Legal Defense & Education Fund, con sede en Nueva York, había cambiado mi nombre legalmente. No me gustaba que me hubieran puesto el nombre del tío que abusó de mí, pero en lugar de conseguirme terapia para el tema del abuso, mejor me dieron un nuevo nombre. Un juez de Pensilvania tampoco cuestionó el cambio de nombre. Queriendo ayudar a una persona transgénero, no solo había cambiado mi nombre, sino que, a petición mía, también selló la orden judicial, lo que me permitió saltear una tonelada de deuda que tenía debido a una compra fallida de vivienda y comenzar mi nueva vida como una mujer. En lugar de fusionar mi archivo, dos de las tres agencias de crédito me otorgaron una nueva línea de crédito.

Alejándome de la ficción

No fue hasta que comencé a expresarme en contra de la esterilización y mutilación de niños con confusión de género, y miembros del servicio militar transgénero en 2017, que las organizaciones LGBT dejaron de ayudarme. La mayoría de los medios de comunicación me dieron la espalda al mismo tiempo. De la noche a la mañana, pasé de ser un favorito de los medios liberales a un paria conservador.

Ambos grupos rápidamente comenzaron a darse cuenta de que la comunidad transgénero tenía ahora un fugitivo en sus manos. Su solución fue ignorarme por completo e invisibilizar mi historia actual y lo que hubiese sido de mí. También dejaron de reconocer que yo estaba detrás de la opción no binaria que ahora existe en 11 estados.

La verdad es que mi cambio de sexo a no binario fue un fraude médico y científico. Consideremos el hecho de que antes de que ocurriera la histórica audiencia en la corte, mi abogado me informó que el juez tenía un “niño transgénero”. Efectivamente, la mañana de mi breve audiencia judicial, el juez no me hizo una sola pregunta. Este oficial de la corte tampoco exigió ver ninguna prueba médica que alegara que nací siendo algo mágico. En cuestión de minutos, el juez acaba de firmar la orden judicial. No tengo ningún trastorno del desarrollo sexual de nacimiento. Toda mi confusión sexual estaba en mi cabeza. Deberían haberme prescrito tratamiento psicológico. En cambio, a cada paso, médicos, jueces y grupos de defensa se entregaban a mi ficción.

La carnicería que surgió a raíz de mi victoria en la corte marcó un hito tanto como la decisión misma del juez. Esa orden judicial llevó a que se gastaran millones de dólares en impuestos de contribuyentes para poner una X en las licencias de conducir en 11 estados hasta el momento. Ahora puedes convertirte en hombre, mujer o no binario en todos ellos. En mi opinión, la juez de mi caso debió haberse negado. Al hacerlo, me habría ahorrado la terrible experiencia que aún estaba por venir. Ella también me habría salvado de tener que soportar el peso del gran secreto detrás de mi victoria. Ahora creo que ella no solo estaba validando mi identidad transgénero. Ella también estaba promoviendo la identidad transgénero de su hijo. Cualquier magistrado con sensatez me habría dicho amablemente que no y se habría negado a firmar una solicitud legal tan descabellada. “El género es solo un concepto. El sexo biológico nos define a todos ”, habría dicho esa persona.

En enero de 2019, sin poder seguir viviendo este fraude un solo día más, recuperé mi sexo masculino de nacimiento. El peso de la mentira en mi conciencia era más pesado que el valor de la fama que había ganado al participar en esta elaborada estafa.

Dos identidades de género falsas nunca pudieron ocultar la verdad de mi realidad biológica. No existe un tercer género ni un tercer sexo. Como yo, las personas intersexuales son hombres o mujeres. Su condición es el resultado de un trastorno del desarrollo sexual y necesitan ayuda y compasión. Jugué mi parte para impulsar esta gran ilusión. No soy la víctima aquí. Mi esposa, mi hija y los contribuyentes estadounidenses… ellas y ellos son las verdaderas víctimas.

Original en inglés: Daily Signal

 

Palabras clave del artículo: james shupe, detransición, detrans, transexual, LGBTTTQIA, LGB, trans, transgénero, Jamie Shupe, queer, judith butler, teoría queer, ideología de género, sexo, género

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